Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 18 de abril de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 110,3634-3635
Tema: Orígenes y significación de la última crisis ministerial

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): He dudado, Sres. Diputados, del tono que había de dar a la contestación al Sr. Romero Robledo, pero después de bien pensado, me ha parecido que no debía seguirle en el tono que S. S. ha empleado, porque verdaderamente no hay manera de dar ninguna clase de solemnidad a un asunto que no pasa de ser un grano de arena, y del que se ha querido hacer una montaña.

¿Qué he hecho yo, y que ha hecho el Gobierno que pueda dar lugar a esos aspavientos que S. S. ha hecho en su discurso?¿Qué intereses he comprometido yo? ¿Qué garantías ni que autoridad he comprometido? ¡No faltaba más!, los señores conservadores tienen el derecho de decir todos los días que el Gobierno está muerto, que dejará este banco dentro de pocos días, ¿y no he de tenerlo yo para decir que voy a vivir mucho? Pues óigame S. S. decirlo tranquilamente, porque el Gobierno está vivo, y vivirá mucho tiempo, mucho más del que vosotros queréis y os conviene. ¿A qué respetos ni a qué consideraciones he faltado yo con decir esto? Si he faltado, a los mismos respetos y consideraciones habéis faltado vosotros. ¿Qué he dicho? ¿que viviré tres años en el Gobierno? Pues me he quedado corto porque creo que voy a vivir más y sentiría no vivir más porque quisiera vivir por lo menos todo el tiempo legal de estas Cortes, lo cual nos convendría a todos, y por cierto a mí menos que a todos, pero a todos ciertamente nos convendría.

Y después de todo, ¿qué escándalo puede producir el que se diga, como he dicho yo, que quería y que pensaba vivir tres años? ¿Cuándo, en qué ocasión ha podido eso producir escándalo? Eso se ha dicho aquí en muchas ocasiones. El Sr. Romero Robledo creo que estaba ya en las Cortes (¿no había de estarlo, si era en tiempo de la unión liberal?) cuando el general O'Donell, combatido por la oposición, la cual entendía que estaba demasiado tiempo en el poder, se levantó en este mismo sitio en que yo estoy, y dijo con mucha tranquilidad:"pues confórmese la oposición y resígnese porque yo pienso vivir ocho años o más. ¿Y a quién se le ocurrió pensar que al decir esto había faltado en nada a los Cuerpos Colegisladores ni a la Corona?

Tres factores son los que determinan la vida de los Ministerios y de los Ministros; primer factor, la confianza de la Corona; segundo, el apoyo del Parlamento; tercer factor, la voluntad del Ministro. Ahora bien, cuando digo esas cosas no cuento más que con mi voluntad; mi voluntad es continuar todo el tiempo que pueda. Lo demás está sobreentendido, y por sabido se calla. Ocurre con esto lo que ocurre en la vida ordinaria; ¿no decimos todos los días, cuando acometemos una empresa, "si Dios quiere", porque claro es que, si Dios no quiere, no haremos nada? ¡Qué manía tiene el Sr. Romero Robledo de dar proporciones colosales a las cosas más sencillas y más vulgares, y digo vulgares, por lo mucho que ocurren y por lo naturales que son!

Pero dice el Sr. Romero Robledo: es que estáis derrotados; es que el Senado os ha derrotado en las Secciones. Jamás, aquí ni en ninguna parte, se ha considerado un Gobierno derrotado por una votación como la que ha tenido lugar en el Senado. A mí me choca que el Sr. Romero Robledo dé tanta importancia a una votación de ese género, creyendo que eso les va a traer el poder a sus señorías. ¿Es que tan poco confía S. S. en su fuerza y en la opinión del país, que quiere venir al poder por una votación en la que han influido tanto la casualidad, la sorpresa y el abandono? Un general no se considera derrotado porque en unas guerrillas, y por sorpresa, haya habido algún pequeño quebranto, no, el general presenta la batalla, y si en la batalla es vencido, se da por vencido, y nada más. ¿Tenéis tanta confianza o seguridad en vuestras fuerzas? Pues presentad la batalla debidamente, que nosotros no la queremos presentar, pero estamos dispuestos a aceptarla.

Pero hay además para este Gobierno otra consideración. Trátese de unos convenios comerciales que el Gobierno ha pactado con los de otras Potencias. ¿Qué quería S. S.? ¿Qua al primer contratiempo, al primer accidente, abandonásemos el poder? Pero ¿no comprende S. S. la situación en que entonces quedaría el Gobierno español ante los de las demás Naciones? ¿No podrían los Gobiernos extranjeros sospechar hasta que nos habíamos puesto de acuerdo conservadores y liberales para que no se aprobaran en el Parlamento los tratados? España es un país formal y es necesario que en todas partes se sepa que cuando el Gobierno en nombre de España adquiere compromisos con otros Gobiernos en nombre de sus respectivos países, los cumple hasta donde es posible cumplirlos, los garantiza cuando menos con su existencia como Gobierno, y no los abandona al primer contratiempo. ¿Qué prestigio habíamos de tener en el extranjero siguiendo otra conducta, y sobre todo siguiendo la que al parecer se propone seguir S. S.?.

No se trata aquí solamente de compromisos que el gobierno tenga con el extranjero. El Gobierno apoya los tratados, no solo por los compromisos que tiene con los Gobiernos de otros países, sino porque los cree beneficiosos al país porque entiende que la modificación que por esos tratados se introduce en el arancel vigente de 1891, es perfectamente favorable a todos los intereses españoles, no a algunos, como el arancel que nos está rigiendo. Por eso los defiendo. Vosotros mismos lo dijisteis: el arancel de 1891 es un arancel de defensa, es decir, un arancel de guerra; y por ese arancel, sobre todo si nos priváis de tratados, dejando a este pobre país aislado de todas las Potencias del globo, por ese arancel se harán poderosos los ricos, pero se empobrecerán todos los demás españoles. (Aplausos en la mayoría) ¿Es que queremos tratados? Pues que no se hagan ilusiones nuestros amigos, yo siento adelantar la discusión, pero vosotros la habéis provocado antes porque hace muchos días que a propósito de la crisis estáis discutiendo los tratados y sobre todo el tratado de Alemania, acerca del que la comisión del Senado no se atreve a dar dictamen porque no tiene datos ni noticias bastantes para darlo, y aquí por lo visto los hay suficientes para sostener un debate como el que estáis sosteniendo. (Muy bien.)

Yo quiero decir a mis amigos que pueden hacer lo que quieran: allá su conciencia de hombres de partido les dictará el camino que deben seguir; pero yo les digo que con esto no adelantan nada, ni [3634] aún a favor de aquellos intereses que pretenden defender, porque, tenedlo por seguro, si el partido liberal cayera del poder, sucedería una de estas dos cosas: o que nos quedaríamos sin tratado ninguno, es decir, aislados como el águila en la roca, enteramente solos en el mundo comercial, o vendríamos a tener tratados peores que estos que vosotros ahora queréis combatir. De modo que van a quebrantar a su partido, y no van a conseguir nada. (Rumores en los bancos de la minoría conservadora.) No sé por qué os extraña esto que yo digo porque no hay otro camino, y sobre todo, vosotros lo habéis hecho, y nosotros no hemos hecho más que seguir vuestro camino, tratando de sacar el mejor partido posible de las demás Naciones. Pues qué, ¿no recordáis proposiciones de ley presentadas? ¿No quebrantasteis la columna que se llama máxima, primero por acuerdos parlamentarios, y después con tratados que habéis hecho vosotros? ¿No declarasteis que ese arancel se hacía para tratar? Pues entonces, ¿cómo os extraña que el Gobierno haya tratado?

Pero es más. Cuando un Gobierno trata con otro, el Gobierno que le sigue, según teorías y doctrinas brillantemente expuestas, como siempre las expone, por el Sr. Cánovas del Castillo, debe respetar el compromiso porque para eso no hay más que gobiernos de la Nación, no hay ni éste ni el otro Gobierno, sino Gobierno de la Nación. (El Sr. Cánovas del Castillo: Pido la palabra.)

Siguiendo nosotros esa doctrina del Sr. Cánovas del Castillo, que era también la mía, ¿qué hicimos cuando llegamos al poder? Nos encontramos cuatro tratados convenidos por el Gobierno anterior, es decir, por el Gobierno conservador, con las demás Potencias, y lo que hicimos fue presentarlos a la sanción de las Cortes del Reino. Pues bien; ahora ponéis reparos a los tratados que tenemos sometidos a la aprobación y deliberación de las Cortes, y para eso discurrís de una manera singular, habláis de los inconvenientes y prescindís de las ventajas, cuando todo tratado es una serie de ventajas y de inconvenientes. Buen tratado es aquel en que las ventajas superan a los inconvenientes, pero de eso no hablemos. Vosotros decía que cedemos Alemania 200 partidas, y que en cambio a nosotros no nos concede más que 70. ¿Es esta manera de discutir los tratados? Pues yo, con tal de que me den los vinos, los aceites, los minerales, las frutas secas, verdes y en conserva, los corchos, las carnes, los huevos de gallina (Risas) y algunos otros artículos, doy todos los demás.

No os riáis de esto, que es un artículo muy importante para una región muy querida de nuestro país; es una cosa que interesa mucho a una región importante de la Nación española. Pues bien, que me den dos docenas de artículos, y yo doy todos los demás. ¿Qué importa eso? Pero en fin; yo declaro que en los tratados actuales no hay motivo de alarma para ninguna industria ni para ninguna clase de producción, porque, después de todo, con el arancel que resultaba de los tratados de 1882, no solamente no han perecido las industrias no se vieron perjudicadas por aquellos tratados, sino que, por el contrario, han florecido, ¿cómo han de arruinarse por estos tratados, mucho más altos en la protección que lo eran aquéllos? (El Sr. Navarro Reverter: Eso es lo que discutiremos.) Eso es lo que resulta de la comparación.

El tratado con Francia y con las demás Naciones, resulta que no perjudico a la industria española en general, al contrario, la hizo florecer. Pues estos tratados, que son más proteccionistas para la industria que lo eran aquéllos, ¿cómo la han de arruinar? Darán menos beneficios, pero arruinarla, eso nunca. No se trata, señores, de celebrar tratados que den muchos beneficios a una clase de industrias, pero que empobrezcan a otras. No; lo que se trata aquí es de armonizar los intereses todos de la Nación, y eso es lo que ha procurado el Gobierno en los tratados que ha presentado la aprobación del Congreso de los Diputados y del Senado. Se dice que no pueden aprobarse esos tratados porque están fundados en el libre cambio. ¿Dónde está el libre cambio, ni qué cuestión hay aquí de libre cambio?

¡Que los tratados que hemos presentado son librecambistas!¡Sí son excesivamente proteccionistas! Y hay que tener en cuenta que no se trata aquí de protección ni de libre cambio. Con la protección no se protegen más que cierto género de intereses, lo menos, a los cuales se les protege mucho, pero, en cambio se deja de proteger a todos los demás.

Se trata de reciprocidad, no se trata de libre cambio, con el cual podrían unas industrias prosperar y otras quizás no prosperaran, y de la lucha entre estos dos principios, entre estos dos extremos, viene a deducirse aquella resultante que ha de producir la armonía de todos los intereses del país.

Esto cree haberlo conseguido el Gobierno en los tratados que tiene presentados, en su día, cuando se discutan esos tratados, se demostrará, hoy me bastan estas observaciones para contestar al Sr. Romero Robledo.



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